June 23rd, 2020 – Cuarentena, por Rufián Melancólico

Hoy vi un Coronavirus. Iba rodando, algo zigzagueante, por el piso de la verdulería. Era verde, redondo y parecía un cronopio sin fama. En un primer momento, perdí las esperanzas de mantenerme sano. Yo llevaba un frasco lleno de alcohol en gel y se lo iba a tirar sobre su espalda. Él, desde el piso, me miró con los ojos del gato de Shrek. No sé, a mí me dio lástima y luego de mojar mi dedo índice con mi saliva, lo levanté.
–Sos un asqueroso -me dijo-, ¿vos no usas barbijo?, ¿no le tenés miedo al Coronavirus?
-No creo mucho en esas cosas, son exageraciones de los medios –le contesté.
Corifeo: ¡Quedate en casa y si salís a la verdulería, tenés que usar barbijo!
-¡Yo soy un Covid 19! –me dijo agrandado-, puedo intentar matarte si quiero. ¿No me creés?
-No sé qué decirte, soy tan grandote y vos soy tan chiquito.
-Eso no tiene nada que ver, al ser chiquito tengo el poder de entrar en tus pulmones, ¡para asfixiarte mejor!
Corifeo: ¡Jaja, muy bueno! Sos muy gracioso, Covid 19.
Se ve que la seguridad con la que él se expresaba me hizo recapacitar y tomar conciencia del peligro ante el que me encontraba. Inmediatamente, endurecí mi mano derecha, donde él estaba parado, para reventarlo contra la bolsa de papas que se encontraba a mi izquierda. Algo intuyó, cambió de color, se puso todo blanco y me gritó:
-¡Pará!, ¡pará!, ¿qué vas a hacer?, yo nunca haría nada en contra tuyo, vos me rescataste del piso, yo soy un virus agradecido, puedo ayudarte.
-¿En qué me podés ayudar vos? –le pregunté enojado.
-Puedo matar a tu peor enemigo, y nadie se va a dar cuenta que fue idea tuya.
-¿Matar? Nunca pensé en matar a nadie -le respondí asombrado.
-¿Cómo qué no? ¿Tal vez, a algún macrista? ¿O, tal vez, a tu señora? –me dijo muy seguro.
-Y vos que mierda sabés, pulga apestosa –le respondí alterado.
-Vi tu Facebook, tu muro está lleno de publicaciones contra tu señora. ¡Eso no está bien!
Corifeo: ¡El Covid tiene razón! ¡Eso no está bien!
Era verdad, el bicho me había dejado mudo, yo no sabía que responder. Me quedé pensando cómo era posible que este Coronavirus desgraciado supiera tanto de mi vida y que encima estuviese juzgando mi conducta, él, que se la pasa enfermando gente. No tuve más remedio que preguntarle:
-¿Cómo hiciste para enterarte lo que publico en Facebook?
Me contestó con una pregunta: -¿Y vos desde cuándo pensás que estamos juntos, que te conozco?
-Desde hace unos pocos segundos, desde que comenzó este cuento –le respondí y continué explicándole-: te levanté de aquella baldosa en esta verdulería.
-No ves que ni siquiera sabés de literatura, este cuento comenzó in medias res.
-¿Cómo que comenzó in medias res? –le pregunté desconcertado.
-Me trajiste en tus zapatos, vinimos juntos desde tu casa, me caí en la verdulería porque sos bastante chueco para caminar.
-¿Viviste conmigo en mi propia casa? –le pregunté aterrado.
-En tu pierna, todo el tiempo viví en tu pierna, es el lugar más seguro.
-Pero si mi señora le pone lavandina a todo, ¿cómo hiciste para sobrevivir?
-Fácil, nunca baje de tu pierna.
-¿Y no pensaste en atacarme?
-Sí, lo intenté muchas veces, pero debía llegar a tu boca o a tus manos y no es fácil superar el nivel de tus piernas.
-Es lógico, mido un metro ochenta y tres y vos sos un piojo.
-No, no es eso, cuando intenté cruzar por tu cintura no pude soportar el olor a bolas. ¿Durante lo que va de la cuarentena, nunca te las lavaste?
Corifeo: ¡Hay que bañarse y desinfectarse las manos con alcohol en gel y lavandina rebajada en agua al 10 %!
-¡Y lo bien que hice!, parece ser que la mugre es una buena medida de prevención.
-Obvio, la mejor de todas. ¿Por qué te creés que nos fuimos tan rápido de China? No te das una idea del olor a bosta que tienen esos amarillos.
-Ah, bueno, no te entiendo, ¿a vos te parece mal que yo critique a mi señora en Facebook y vos te burlás de los chinos y enfermás y matás a la gente?
Corifeo: “¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lucas 6, 41-42).
-Yo nunca maté a nadie -me contestó con cara seria y continuó-: nací con el sol en Libra, soy muy equilibrado y no me gusta la violencia.
-Pero entonces, ¿a qué te dedicás?, ¿qué es lo que hacés?, ¿cuál es tu finalidad en la vida?
-Ninguna, vivir en cuarentena. A mí me gusta vivir en cuarentena. ¿Y vos?, ¿vos a qué te dedicás?
-Yo trabajo, estudio, quiero recibirme de profesor de lengua y literatura, tal vez de ingeniero, estoy construyendo una pieza en mi casa, me compré una bicicleta, quiero tener una casa en Monte Hermoso.
Corifeo: Muy bien, “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Génesis, 3:19
-¿Para qué? Si después viene un virus como yo, un inútil como yo, y te hace pelota en una semana. ¿Vos cuántos años tenés? –me preguntó.
-Cincuenta y nueve, casi –le respondí.
-¿Tenés cincuenta y nueve años y te seguís preocupando por las cosas? Lo que no lograste hasta ahora no lo vas a poder lograr, o no te va a servir de nada lograrlo ¡Disfrutá de la cuarentena, boludo! Dejá de creerte el personaje, vos no sos profesor de lengua y literatura, ni ingeniero, ni empleado estatal. Mirá mi caso, yo soy supuestamente un virus, mi deber en la vida es enfermar a la gente y en lo posible matarla. ¿Y qué lograría trabajando como loco para intentar matarlos? –porque no es tan fácil, no siempre te va a tocar un viejo diabético, y a la gente le ponen respiradores e intentan salvarla-. Lo que lograría esforzándome es terminar en un cajón con el fiable, en la morgue o enterrado. No es negocio trabajar de nada. ¿Por qué te empeñás en seguir siendo una pieza de la gran máquina del capitalismo, de la gran máquina de los ricos? Si vos siempre vas a ser el mismo muerto de hambre. Aaaahchíssssss… Perdón.
Corifeo: También es verdad, “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”, Mateo 6: 26-27.
-¡Salud!, ¿te refriaste?, tenés que cuidarte –le dije y me quedé preocupado, ¿y si me había contagiado?
-Sí, me cuido, pero el piso de la verdulería estaba muy frío, siempre que piso con los pies descalzos me termina dando un resfrío –me contó.
Este Covid 19, de verdulería, había estornudado, era mucho más humano de lo que yo podía imaginarme, y me había pedido Perdón. Se manifestó, bajo la pronunciación de ese significante, “Perdón”, un halo de prolepsis empática. Existen palabras con imágenes sonoras –fonemas- que nos conducen, tal vez inconscientemente, hasta las fibras más íntimas de nuestras consciencias. ¿Cómo iba a darme cuenta yo, en ese momento, que este desagradable virus se iba a convertir en una especie de “Hamlet” para mí? Sentí que “para alguien como yo no había nada mejor que alguien como él”. Todo eso que me había dicho, me había hecho tambalear de la plataforma positivista en la que toda mi vida yo había estado parado. El bicho me había contagiado su pensamiento y le tuve que terminar dando la razón.
-Ahora tengo claro que sos ahimsa –le dije-, que no querés trabajar para esa máquina que nombraste, que nunca mataste a nadie y que te gusta la cuarentena. Me convenciste, ¿querés que, por primera vez en la vida, hagamos algo bueno para la Argentina entre los dos?
-¿Y qué sería esa cosa buena, para la Argentina, que podemos hacer entre los dos? –me preguntó.
Corifeo: ¡El pueblo, unido, jamás será vencido! ¡El pueblo, unido, jamás será vencido!
-¡Matemos a un macrista! –le sugerí.
Primero dudó un poco, pero después me respondió muy entusiasmado:
-“¡Sí! ¡Se puede!” “¡Sí! ¡Se puede!” -y volvió a estornudar-: Aaaahchissssss…, ¡Perdón!
Fue ese último sonido de Perdón el que nos terminó uniendo para siempre, el mismo virus, la misma ideología:
-Salud, compañero -le dije moqueando-, ¡Viva Perdón! Aaaahchissssss…
Antistrofa: “Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos…”.

Published by Leonardo Tomás Cardillo

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