La historia de México ha tenido tres transformaciones que se han materializado en cambios importantes:
la Independencia, con la Constitución de 1824;
la Reforma, con la de 1857;
la Revolución, con la de 1917. La Tercera Transformación se llevó a cabo a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX: se trató de la Revolución Mexicana. Se luchó por la democracia, porque se padecía de una dictadura, que se impuso durante 34 años.
La Cuarta Transformación de la vida pública de México lleva como ingrediente fundamental la gran reserva de valores que distingue a la sociedad mexicana y que formarán parte de la “Constitución Moral” que será construida por todos. Así lo dio a conocer el mandatario federal, Andrés Manuel López Obrador, en un mensaje dirigido a los mexicanos al término de una reunión de trabajo.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha ganado la presidencia de México con poco más del 53% de los votos, casi 31 puntos porcentuales más que el segundo lugar, Ricardo Anaya.
El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fundado por AMLO y reconocido como partido político, se posiciona como el partido más grande del sistema, ayudado por su política de puertas abiertas a los disidentes del Partido Acción Nacional (PAN), del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y del otrora partido referente de la izquierda mexicana: el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Junto con sus aliados del Partido Encuentro Social (PES), un partido evangélico antiaborto, y del Partido del Trabajo (PT), uno de izquierda admirador del Gobierno de Corea del Norte, tiene la mayoría en ambas cámaras.
El PAN queda como una segunda fuerza muy disminuida. El PRI se convierte en un partido pequeño, con menos diputados que el PES o el PT.
La cuarta transformación ha sido una promesa vaga, pero ambiciosa.
Por el lado económico, intenta cambiar el modelo de desarrollo que, desde mediados de los ochenta, ha consistido en una economía abierta y con un Estado acotado. Este modelo consiguió estabilidad macroeconómica, pero el crecimiento ha sido bajo. López Obrador ha prometido un Estado más interventor para poder crecer más y de forma más equitativa, así como un mayor gasto social para abatir la desigualdad y la pobreza. Ambos objetivos son fiscalmente costosos.
Un Estado más interventor enfrenta también las restricciones de una economía abierta, como la mexicana. Por ejemplo, desea fijar precios de garantía a los granos producidos en México, pero esto implica alguna forma de protección frente a los granos que vienen de Estados Unidos. El tema es particularmente complicado dada la tensión con Estados Unidos en torno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).